La fructosa es un azúcar presente en frutas, vegetales, zumos, alimentos “para diabéticos” y algunos fármacos como los jarabes. También está presente en comidas precocinadas, embutidos, conservas, sopas, helados, chucherías, etc.
La malabsorción de fructosa es generada por el déficit y la saturación del transportador intestinal específico de la fructosa, el GLUT5. Esta proteína es la responsable de transportar la fructosa desde la luz intestinal al interior de las células. La fructosa que no se absorbe llega al intestino grueso (colon), donde será fermentada por nuestras bacterias intestinales produciendo gases entre otros síntomas como náuseas, hinchazón abdominal o diarrea. El grado de sensibilidad intestinal varía de unos pacientes a otros, por eso hay pacientes con un grado de malabsorción elevado con pocos síntomas, y en cambio otros con muchos síntomas pero con un grado de malabsorción más bajo.
El grado de malabsorción depende de la cantidad de fructosa en la dieta, pero también de la mezcla de azúcares en el intestino. Por ejemplo, en presencia de glucosa se puede absorber más fructosa, pero la presencia de sorbitol dificulta más la absorción, ya que ambos compiten por el mismo transportador GLUT5. Por este motivo se suele restringir también el sorbitol en una dieta para intolerancia a la fructosa.
El tratamiento consiste en la restricción de fructosa en la dieta con el objetivo inicial de mejorar los síntomas y la necesidad de revisar el etiquetado de los alimentos, igual que los prospectos de algunos fármacos. La dieta va a ser más o menos estricta en función del grado de tolerancia, por eso será necesario la confección de una dieta individualizada por fases, en la que el profesional de la nutrición deberá tener en cuenta el correcto diagnóstico previo (test de hidrógeno espirado) y valorará la necesidad de suplementar Vitamina C, ya que las dietas más estrictas no cubrirán las necesidades de esta vitamina