La Enfermedad de Max
Mònica Peitx i Triay
Endocrinóloga Pediatra
Artículo escrito para la revista “El Fil“. Junio 2009
Cuando recibí el encargo de escribir algo para la revista no dudé ni un momento sobre qué quería hablar: sobre la enfermedad de Max.
Max tiene una patología muy frecuente, que va en aumento y que actualmente sufren en diferentes grados casi un 20% de los niños.
Es una enfermedad difícil de ocultar, se ve incluso cuando va vestido.
Está de moda y lo hablan y escriben todos: nutricionistas, médicos, pedagogos, enfermeras, políticos, psicólogos, cocineros, sociólogos, maestros, representantes de la industria alimentaria, publicistas… Max ha oído muchas veces que hablan por la televisión, la radio, y ha leído noticias en los periódicos. En las revistas ha visto que dan diferentes tratamientos, siempre muy rápidos y que parecen fáciles. La madre dice que ella los ha probado y que no funcionan, que incluso pueden ser peligrosos, sobre todo por los niños que están creciendo.
Uno de los tratamientos que les ha dado el Pediatra es hacer más deporte y precisamente la propia enfermedad hace que Max sea menos ágil en la clase de gimnasio, sude más que sus compañeros, se ponga más rojo, se canse más rápido. Ya os podéis imaginar que el gimnasio no es la clase preferida de Max.
Mucha gente piensa que Max la sufre porque en su casa comen mucho y mal (dulce, pizzas, ketchup, helados…).
A la madre de Max le pasa lo mismo y por lo que le ha explicado toda la vida lo ha sufrido, o sea que no se debe curar…
Los compañeros de clase de Max, para hacerlo rabiar utilizan su patología para reírse de él: le dicen vaca, piraña, bola, pelota, foca, albóndiga, bola de grasa, porcino, Faty, ballena, glotón…
A diferencia de otros niños enfermos no despierta ningún interés ni compasión. En la misma clase está Sofía que es diabética y todos la ayudan cuando le baja el azúcar y tiene que tomar algo antes del patio, lleva una maquinilla chulísima que analiza la sangre y unos bolis de colores con insulina. Pero nadie tiene interés en lo que le pasa a Max, ni en ayudarlo a curarse.
Pobre Max! Si, supongo que ya lo sabéis todos: Max es un niño obeso.
Y “Obesidad” es, en efecto, una patología crónica, con importante rechazo social, siempre mezclada de una cierta sensación de culpabilidad por parte de la familia o del paciente. Tiene un origen multifactorial, genético, metabólico, hormonal (el propio adipocito es productor de hormonas), y secundariamente compromete la función de otros órganos como ovarios, hígado, páncreas, articulaciones. Por si fuera poco todavía no disponemos de un tratamiento farmacológico suficientemente efectivo. Es poco atractiva para la mayor parte de los profesionales que la deberían tratar y a la vez es aprovechada por gente poco cualificada para enriquecerse.
Trabajo como Pediatra desde 2000 y por mi especialización en Endocrinología Pediátrica he visto muchos Max y he compartido con sus familias sus inquietudes. También sé que podemos hacer muchas cosas por ellos y que el resultado es muy satisfactorio. Por eso me atreveré a dar algunos mensajes en positivo:
Decimos que es crónica pero en los niños tratados desde el inicio podremos evitarlo. Antes de los 10 años los hábitos pueden modificarse más fácilmente. Todavía dependen de los padres para decidir la alimentación y los podemos ayudar a elegir las actividades extraescolares. Tienen tiempo para caminar o aumentar la actividad física, ya que la presión académica no es tan importante.
Muchos padres de niños obesos han pensado “Si le digo a mi hija que habría que controlar un poco el peso puede coger manías y volverse anoréxica”. La anorexia es una enfermedad mucho menos frecuente y no la provocaremos normalizando un sobrepeso de forma controlada.
Otros piensan “No quiero que coja más complejos”. Si tenemos un hijo con acné no dudaremos en acudir al dermatólogo para darle un tratamiento. Cualquier niño con obesidad a partir de primero de primaria seguro que ha sufrido burlas por parte de sus compañeros. El hecho de no hablar en casa no quiere decir que no exista el problema. Hay muchas veces que no lo cuentan a los padres porque ellos mismos se sienten responsables, un poco como en las mujeres maltratadas o el bulling. Hablar es el primer paso para solucionarlo.
Quizás el problema es que no se trata como una enfermedad. La obesidad frecuentemente se asocia a una baja autoestima y una criminalización del paciente y la familia. No son niños que coman peor que la mayoría, lo que pasa es que comen más de lo que gastan. Hay que encontrar un equilibrio entre el gasto y las entradas ya que si no el cuerpo lo acumula en forma de grasa. Cada niño tiene un gasto energético según la edad, sexo, actividad física, carga genética, el carácter, y por lo tanto tendremos que adecuar la alimentación a todas estas circunstancias. 2 hermanos seguramente tendrán necesidades diferentes, al igual que uno necesita que le ayudes con los deberes más que al otro.
Para hacer llegar toda esta información a los más pequeños, he hecho un cuento del que ya conoce el protagonista: El Cuento de Max. Mi intención al escribir esta historia es ayudar a padres e hijos a hablar del tema de la manera natural y poder poner solución.
Está dirigido a niños de primaria y tiene unos comentarios para los padres. Se puede consultar en aqui.
Ni el Cuento de Max ni estas líneas son la solución para este problema de magnitudes epidémicas pero si habéis leído hasta aquí ya habré aportado mi granito de arena.